Tras haber pasado más de tres meses (en realidad catorce semanas) divulgando sobre ciencia pura y dura, tengo que volver al origen porque siguen ocurriendo cosas que me hacen hervir la sangre. Y es que, igual que me calienta mucho el leer o escuchar ciertas cosas y me pongo de uñas con la gente que las dice, también me toca mucho la bolsa escrotal el extremo contrario. Es precisamente el caso que os traigo esta semana y que, creo, también conviene comentar bajo la lupa de la indignación y el cabreo más absolutos.
Lo que pasa cuando un científico oye o lee una chorrada. Vía libre a la indignación. No apto para pieles finas.
lunes, 6 de junio de 2016
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