lunes, 12 de febrero de 2018

A la carga con las vacunas (IV): el enemigo en casa.

Janos Slynt, enemigo declarado
del Lord Comandante. Fuente.
Cuando se habla de vacunas, al final el tema desemboca, voluntaria o involuntariamente, en (y permitidme la licencia) los despojos antivacunas. Aún a riesgo de ser irrespetuoso con los despojos, mantendré este tono frente a ellos. Son el enemigo.

En el capítulo anterior, que dediqué a los adyuvantes que llevan las vacunas, ya desmonté alguna de sus fantasías y sus barrabasadas, pero quedan por comentar y desmontar de forma más concreta las chorradas que se inventan para vender el miedo como arma que les ayude a conseguir adeptos a su causa. Da igual que sea Pepito Pérez, que ha leído en internet alguna página imbécil apoyando a algún criminal, o que sea algún medicastro que se ha ciscado en toda su profesión: todos son culpables de que el antivacunismo o el movimiento antivacunas o como queráis llamarlo coja fuerza. En nuestro país, afortunadamente, parece que es anecdótico aún. Pero con casos como el del niño de Olot que murió de difteria y la epidemia de sarampión que recorre Europa, va siendo hora de que pongamos por escrito los delirios de estos Janos Slynt de la vida.



Pequeña historia del movimiento antivacunas

Los que penséis que el movimiento antivacunas comienza con Wakefield deberíais ser conscientes de que no fue el primer antivacunas declarado de la historia. Ya las inoculaciones de Jenner encontraron oposición religiosa. Incluso merecieron un discurso titulado "La peligrosa y pecaminosa práctica de la inoculación" por parte de un teólogo inglés llamado Massey. Y desde entonces todos, absolutamente todos los argumentos antivacunas han sido de índole religiosa. Aunque sus argumentos ya no se limiten al consabido "las enfermedades son castigo del Señor y hay que recibirlas como vienen".

En el Reino Unido, las autoridades decidieron imponer fuertes multas a quienes no se vacunaran. Los antivacunas montaron un pifostio porque esta obligación iba contra las libertades individuales. Tras casi treinta años dando por culo, lograron que se estableciera la "objeción de conciencia" sobre la obligatoriedad de las vacunas. Eran tiempos en los que la inmunidad de grupo era un animal mitológico, casi como los unicornios. Hoy sabemos que los segundos no existen.

A esta fuerte oposición, hay que añadirle el informe de un tal Bigg en la ciudad de Leicester. En dicho informe, se recogía un descenso de la incidencia de la viruela por medio de un aumento de la higiene y un descenso de la vacunación, algo que los antivacunas de la época esgrimieron con ahínco para hacer frente a su demonio particular. Lo que se callaron cual meretrices fue que el informe de Bigg se refería a una cierta afección cutánea que era común tras las cirugías y que se denomina erisipela

En Estados Unidos, que sufre una epidemia de antivacunas muy grave, el tema puede remontarse a tiempos de Thomas Jefferson, que impulsó la adopción de nuevos métodos de transporte. Las vacunas son muy sensibles al calor, y el transporte de las mismas a ciertos estados del sur provocaban que algunas partidas estuvieran dañadas y no fueran eficaces. Así, cuando se mejoraron las condiciones de transporte, la eficacia vacunal subió, descendió el número de casos de viruela. Esto provocó un descenso en las vacunaciones y un repunte de las infecciones, lo que los antivacunas tomaron como un ejemplo de la ineficacia flagrante de las vacunas y encendió la mecha de un nuevo movimiento contra las mismas que consiguió financiación de prominentes empresarios y la fundación de la Liga Americana Antivacunas.

En países como Brasil, las leyes a favor de las vacunas han provocado incluso revueltas. En 1904 se inició un conflicto que se conoce como Revolta da Vacina. Pero no por la vacuna en sí, sino porque llevaba aparejadas reformas que nada tenían que ver con la salud pública y que sí habían suscitado una fuerte oposición. Este hecho fue aprovechado por quienes se oponían a la vacuna en sí, declarando intereses oscuros de estas.

Todo esto, al final, condujo a la publicación del funesto artículo de Wakefield en 1998. Lo que los antivacunas ignoran deliberadamente es que Wakefield no se oponía al uso de la triple vírica, sino que lo que quería era imponer su propia versión y por eso se inventó que la triple vírica provocaba autismo. Pero esto a los antivacunas les da igual: su negocio es el miedo.

Argumentos contra las vacunas

Empezábamos el artículo diciendo que tenemos el enemigo en casa. Janos Slynt, a quien han destituido del mando de los capas doradas de Desembarco del Rey, se ha infiltrado en la Guardia de la Noche, se ha hecho amigo de Alliser Thorne, miembro viejo, y, gracias a su lameculismo, le tenemos ahí, dando la matraca, generando dudas sobre el liderazgo de Jon Nieve.

Vaya, sí que es curioso cómo la realidad y la ficción se parecen...

Jon Nieve destruirá la Guardia de la Noche

También conocido como "las vacunas son responsables de la enfermedad X", siendo X una enfermedad no relacionada con aquella frente a la que se pretende inmunizar. Es el famoso argumento de Wakefield: la vacuna produce autismo.

Obviando la parte de que Wakefield es un embustero al que se ha inhabilitado por manipular un estudio que falseó para poder poner en circulación una vacuna nueva en la que él tenía intereses económicos, no existe ninguna prueba de que las vacunas produzcan enfermedad alguna. Tampoco nos engañemos: las vacunas, como cualquier medicamento, tienen efectos secundarios. Sí, los tienen, no es un secreto. Esto lo sabe todo el mundo. Por fortuna, las vacunas tienen unos efectos secundarios tremendamente raros. Llevamos varias décadas con programas de vacunación masiva y no se han disparado los casos de efectos secundarios ligados a las vacunas. Ni tampoco ha aumentado la mortalidad infantil. Así, si las vacunas están destinadas a destruirnos, de una u otra forma, lo están haciendo tremendamente mal.

Jon Nieve ha vendido la Guardia a los salvajes

La alianza entre la Guardia y los salvajes parece funcionar.
Fuente.
O lo que es lo mismo, que las vacunas llevan componentes tóxicos. Aquí vamos a tener que darles la razón. Sí, no nos escondamos. Las vacunas llevan aluminio (y si no, sólo tenéis que ver el capítulo anterior del monográfico) y llevan tambien mercurio. Ambos son metales tóxicos.

Pero el caso es que estamos respirando elementos peligrosísimos, capaces de causar corrosión en el hierro. ¿No os lo creéis? Pues estamos respirando agua (en forma de vapor, ojo). ¡Pero si respiramos un elemento capaz de hacer arder cualquier compuesto basado en el carbono! Que sí, que la combustión no es más que eso: añadir oxígeno a los hidrocarburos... Aquí quizá deberíamos hacer valer aquella máxima de "el veneno está en la dosis". Y añadiremos que no sólo en la dosis, sino también en la forma. Y ahora explicaremos por qué y a qué nos referimos con esto. Vamos con la primera, que es más sencilla de explicar. Y me centraré en el aluminio para ello.

Ya lo comentamos en otro artículo del blog, de los más antiguos, que las vacunas llevan aluminio. De hecho, la dosis de aluminio que llevan las vacunas es de 0,5 mg, siendo el máximo autorizado de 0,85 mg. ¿Suponen estas cantidades un peligro? Pues mire usted, no. Cada día, de media, ingerimos y respiramos entre 7 y 9 mg de aluminio. Esto supone entre 14 y 18 veces el aluminio del que podríamos recibir en una vacuna. Y es seguro. Cuanto más el aluminio que contiene la vacuna. Y nos estamos yendo a los límites inferiores, que hay estimaciones que hablan de entre 30 y 50 mg de aluminio ingerido/día, lo que supondría entre 60 y 100 veces la dosis que recibimos en una vacuna o entre 35 y 59 veces la dosis máxima permitida en las mismas.

Timerosal, el Temible. Fuente.
Comentaré el problema con el mercurio, pero lo cierto es que, actualmente, son muy pocas las vacunas que lo llevan. El mercurio en las vacunas estaba presente en forma de tiomersal o timerosal, un compuesto de etilmercurio. Este compuesto tiene capacidades antifúngicas y antibacterianas, por lo que era un gran aliado a la hora de alargar la vida de las vacunas. Una alarma de la OMS a finales de los años 90 sobre la toxicidad del mercurio hizo que las farmacéuticas sustituyeran este conservante por otros que se consideran menos peligrosos. Actualmente, la propia OMS ha descartado que el etilmercurio fuera tóxico en las dosis y presentaciones vacunales, atribuyendo la toxicidad de los compuestos organomercurados a las formas de metilmercurio (muy parecidas, pero distintas a las del timerosal). La introducción de viales monodosis para las vacunas habituales permitió la retirada de este conservante, que aún se encuentra presente en la vacuna de la gripe (en dosis que suponen menos del 2,5% del consumo diario tolerable recomendado por la OMS).

Así pues, y a pesar de que ahora haya salvajes en la Guardia de la Noche, no, no la han destruido. Es más, han contribuído a su asentamiento y recuperación.

La Guardia de la Noche es innecesaria

El sarampión, esperando su oportunidad. Fuente.
Pues os voy a decir una cosa, la noche es oscura y alberga horrores. Y a mí se me ocurren pocos horrores peores que poseer un arma contra una enfermedad y que haya gente muriéndose de esa misma enfermedad. 

Exactamente igual que ha ocurrido con Poniente, los Caminantes Blancos llevan mil años sin aparecer. Bueno, aquí el sarampión no es que llevara mil años sin presentarse de una u otra forma, pero sí es verdad que lo hemos olvidado o lo hemos llevado a algo que ocurría en el pasado. Y ya no os digo nada con la poliomielitis, que creemos que lo de los pulmones de acero y los miembros dañados por la infección es cosa de las películas. Hasta en el Muro han olvidado cómo eran los Caminantes Blancos y para qué servía el vidriagón. Hay gente que se ha autoconvencido de que es la higiene, el agua corriente y las comodidades las que han relegado al pasado estas enfermedades. Supongo que esta gente debe pensar que en Europa aún vivimos como en el siglo XIX, porque el brote de sarampión que hemos vivido (y seguimos viviendo) es cosa del año pasado, no de hace cien años. Y es que los patógenos están ahí, esperando a que sus hospedadores bajen la guardia para atacar de nuevo. Y aquí es donde entra la inmunidad de grupo.

Pensad en el Muro. El Muro tiene diecinueve fortalezas repartidas a lo largo de toda su extensión. Pero en los últimos tiempos sólo tres mantienen su guarnición: Castillo Negro, Torre Sombría y Guardiaoriente del Mar. Cuando Mance Raider intentó atravesar el muro cometió un error: atacó el Castillo Negro. Allí la guarnición estaba bien preparada, estaba bien alimentada y era la más potente de todo el Muro. Mance Raider cayó. Pero los Otros saben que la Guardia decae. ¿Su ataque? A Guardiaoriente del Mar. Allí la Guardia sufrió una derrota amarga. Porque no había ni posibilidad de refuerzo ni de auxilio.

Vacunarse, al final, repercute en lo mismo que si el Muro hubiera estado bien guardado, con guarniciones en los diecinueve castillos: el enemigo tiene muchos menos puntos sobre los que atacar, no hay agujeros. Los refuerzos pueden llegar más rápido y se puede llegar a sofocar un ataque. Pero, ¿qué pasa si empieza a correr el rumor de que las vacunas no sirven para nada? Que se crean huecos, gente sin vacunar a través de la cual las enfermedades pueden acantonarse y lanzar nuevos ataques para contagiar a gente que no puede guarecerse en dichas fortalezas. Pues exactamente así funciona la inmunidad de grupo. Cuantos más castillos cuenten con una buena guarnición (más gente vacunada) menos puntos por los que colarse tendrán las enfermedades (gente que no quiere vacunarse) y menos enemigos llegarán a las aldeas tras el Muro (gente que no puede vacunarse).

Y a esto no ayuda la gentuza que escudándose en que son médicos siembran las dudas sobre la inmunidad de grupo. O quienes, siendo periodistas a sueldo de empresas que se dedican a demandar por supuestos efectos secundarios de las vacunas, directamente niegan que exista la inmunidad de grupo. 

La Guardia de la Noche es el enemigo

Bueno, esto sólo puede pasar si no se ha leído este monográfico que os presento o has decidido informarte con los cantamañanas de los que hablaba en el párrafo anterior. Algo así como lo que le pasa a Cersei. Y es que hay quien piensa que "si no estás conmigo, estás contra mí". Y hay quien lo lleva hasta el extremo de "si no estás en línea con lo que yo creo con fe ciega, es que estás en el sitio diametralmente opuesto". Esto, en el idioma antivacunas se transforma en "como yo creo que las vacunas no funcionan, es que las vacunas provocan la enfermedad contra la que inmunizan". La gimnasia mental que hay que hacer para llegar a esta conclusión tiene que ser fina.

Si habéis leído los artículos sobre inmunología que he ido colgando, tanto los que he dedicado a los anticuerpos como los que he ido dedicando a las vacunas, os habréis ido tranquilizando. Si los habéis entendido (o querido entender, ojo). Si tenéis dudas, preguntad, que para eso estamos. Porque lo cierto es que, si repasamos, no se introduce nunca el patógeno que pueda producir la enfermedad. Hemos hecho lo que sea para que no lo haga. Incluso, hemos llegado a trocear el patógeno, buscando aquello que lo identifica mejor y potenciándolo, para que la respuesta sea potente y más específica cada vez. Y si el patógeno completo no produce la enfermedad, cuando usamos trozos del mismo, mucho menos.

Concluyendo...


Han sido cuatro capítulos dedicados a las vacunas. Hemos visto cómo funcionan, qué tipos hay y qué llevan. Hemos terminado llevándoles la contraria a los defensores de un mundo sin vacunas. Y seguro que nos hemos dejado cosas en el tintero.

Lo cierto es que muchos de esos detractores de uno de los mayores logros que hemos llegado a alcanzar como especie se pasan el día inventando chorradas. He llegado a leer que es mejor la inmunidad natural, pero si leen esto, se darán cuenta que no existe nada que pueda denominarse inmunidad artificial. La inmunidad es una reacción fisiológica. Lo único que hacemos con las vacunas es entrenarla, no fabricarla. Otros dicen que lo natural es no vacunarse, que no será tan malo no hacerlo cuando hemos llegado hasta aquí. Pero no piensan en que lo natural es morirse a los 35, no llegar a los 70 años con una salud aceptable. Y lo dicen con 40 años o más, usando un aparataje que, estoy convencido, no han encontrado creciendo al abrigo de un alcornoque en la sierra.

Otros esgrimen que las vacunas son una estrategia de las farmacéuticas para ponernos más enfermos y que gastemos más en medicinas, qué pérfidos y malandrines. Lo curioso es que sabemos que por cada euro que nos gastamos en vacunas, el sistema sanitario se ahorra veintidós en enfermedades, así que si las vacunas son un negocio, algo les está saliendo terriblemente mal. La viruela está totalmente erradicada en el planeta gracias a las vacunas. Y el sarampión o la polio lo estarían si estos impresentables no hubieran provocado su resurgimiento gracias a su religión.

Estos son los antivacunas fáciles de derrotar. Son los que podemos enfrentar a la realidad, ponerlos delante del muro de la evidencia y dejar que intenten derribarlo a cabezazos, si pueden. Pero hay otros, peores, los que se dicen "antialgunas vacunas", los que se erigen en voz autorizada porque dicen tener experiencia y haber vestido la bata blanca de la autoridad sanitaria. Estos, que tergiversan, entresacan, manipulan y, sí, mienten, investidos de esa voz a la que todos quieren creer, dan alas a los primeros, que se encuentran cargados de razón porque un médico dice algo. Se creen divas, porque consideran lo suyo un arte y no una ciencia, despreciando la evidencia porque los ha bajado del escenario. Ya no son el gurú al que seguir, el brujo de la tribu a quien todo el mundo reverenciaba. Y, para recuperar esa atención, si hace falta, cargarán contra lo que sea, disfrazándolo de preocupación por el paciente.

Esto de los antivacunas es como Hydra: corta una cabeza y dos la sustituirán. Salen bobadas hasta de debajo de las piedras. Asumámoslo. Lo que no podemos hacer es rendirnos. Porque, y tengo tres artículos cargados de razones, las vacunas funcionan. Y ahora sabemos cómo.

No les dejemos ganar.

AGRADECIMIENTOS: Esta serie, como casi todas las que escribo, lleva muchísima carga de conceptos complejos y difíciles de explicar. Así que, como siempre, tengo que agradecer a Rosa, mi mujer, sus lecturas y correcciones para guiar el texto a una forma mucho más comprensible. A mis compañeros de @illborregos, por su lectura crítica y correcciones. Y, sobre todo, a todos vosotros por esperarme durante tanto tiempo y seguir ahí.

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